Supercontagiadores. ¿Hay personas que propagan el coronavirus más que otras?

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El asado de cumpleaños y dos carneadas que desencadenaron una ola de casos positivos de COvid-19 en Loncopué, en el centro de la provincia de Neuquén. El joven contador que volvió de Estados Unidos y que fue procesado por transmitir la enfermedad a 17 personas en una fiesta de MorenoLa diseñadora de modas uruguaya que asistió a un casamiento con 500 personas después de un viaje a Europa y se convirtió en uno de los primeros focos de contagio en ese país. Esos son solo algunos ejemplos de lo que los epidemiólogos llaman “eventos de superdiseminación”: personas “supercontagiadoras” o reuniones puntuales de cualquier tipo que, por distintas razones, contribuyen a acelerar la diseminación de la pandemia.

El fenómeno es bien conocido y, de hecho, se ha postulado hace décadas que el 20% de las personas que sufren cualquier enfermedad infecciosa causa aproximadamente el 80% de todos los casos, lo que supone que hay quienes contagian más que el promedio. En el caso del brote de SARS de 2002-2003, por ejemplo, un paciente de Hong Kong infectó a 136 en un hospital. Y en el de MERS, otra epidemia provocada por coronavirus, el 89% de 186 casos confirmados en Corea del Sur no transmitieron la enfermedad a nadie, mientras que solo cinco la propagaron a 154 personas.

Sin embargo, más allá de anécdotas, hay muy pocos trabajos científicos que hayan intentado analizar su impacto en la diseminación de Covid-19 y hasta la propia definición del término es discutida. “Es muy difícil cuantificarlo”, dice a LA NACIÓN Pedro Cahn, director científico de la Fundación Huésped y uno de los infectólogos que asesora al presidente Alberto Fernández.

Trabajo de investigación

El periodista canadiense Jonathan Kay, editor senior de la revista online Quillette, se lanzó a la tarea y armó una base de datos que ha recopilado, hasta ahora, 87 eventos de superdiseminación de Covid-19 en 28 países y en seis cruceros o barcos de guerra. La lista se basa en publicaciones en la literatura científica y en reportes de medios. De manera explícita, Kay decidió no incluir los brotes en hospitales y residencias de ancianos, porque son ámbitos que no permiten explorar los mecanismos prioritarios de trasmisión involucrados. También omitió confidencias o posteos en redes sociales cuyos detalles no hubieran salido a la luz pública.

Una barrera para identificar estos eventos es que se necesita un rastreo exhaustivo de los contactos, incluyendo en ocasiones apps móviles o análisis genéticos, para confirmar que la fuente de contagio en un abanico de pacientes es la misma o que compartieron el mismo ámbito. También puede jugar una entendible reticencia a revelar esos casos, para no contribuir al estigma y la discriminación de personas que pueden haber actuado de manera involuntaria. “Me interesa más la actividad de los superdiseminadores que su identidad -afirma Kay a LA NACIÓN-, porque esa información puede ayudarnos a modificar nuestro propio comportamiento para combatir la enfermedad.”

“Mi sensación es que la mayoría de las transmisiones de Covid-19 ocurren dentro de hogares y en círculos sociales, pero que el caso índice original (primera persona infectada) dentro de esas familias y círculos sociales a menudo empieza con un evento de superdiseminación”, asegura Kay. La hipótesis aún no ha sido demostrada.

Algunas lecciones de la lista

Los supercontagiadores son casos extraños, pero existen, señala el infectólogo Antonio Montero, investigador del Conicet y director del Centro de Medicina Tropical y Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Facultad de Ciencias Medicas de la Universidad Nacional de Rosario.

“Son personas que tienen una cantidad de partículas virales en su cuerpo que es muchísimas veces superior a la del resto de los infectados. Cuando hablan o tosen, pueden eliminar 100 veces más cantidad de virus. Y si el número básico reproductivo (Ro) de Covid-19 oscila en el mundo entre 2 y 3, esto es, cada infectado transmite la enfermedad en promedio a 2 o 3 personas, un supercontagiador podría contagiar a 100“, afirma Montero a LA NACIÓN.

No está claro por qué ocurre a algunas personas y a otras no, pero se especula que influyen tanto factores del huésped como del hospedador. “Todas las enfermedades infecciosas dependen de la interrelación entre la capacidad infectiva del virus versus el sistema inmunológico del paciente”, señala Cahn.

Sin embargo, en el terreno práctico, es muy difícil su identificación. “Probablemente, haya más de los que pensamos”, declaró el presidente de la Sociedad Europea de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, Jesús Rodríguez Baño.

Tampoco se sabe si, por ejemplo, son más proclives que el resto a transmitir la enfermedad sin síntomas o síntomas leves; si son los imprudentes que salen pese a saberse enfermos; o cuánto influyen los hábitos sociales de esa persona o su actividad profesional, que puede involucrar la interacción estrecha con más personas que el promedio.

Lugares cerrados

En la lista de Kay, quien tiene formación en ingeniería y programación, los eventos de superdiseminación identificados se produjeron casi todos en lugares cerrados, como fiestas, funerales, ceremonias religiosas, conferencias, reuniones de negocio, clases y, por supuesto, cruceros. También se incluyen algunas aglomeraciones en espectáculos musicales o deportivos, como el famoso partido Atalanta-Valencia por la Champions League en febrero.

Como contrapartida, no se han reportados eventos de superdiseminación en cines, teatros, conciertos de ópera o medios de transporte, lo cual, para Kay, confirmaría que el riesgo de contagio es mayor cuando las personas hablan en voz alta, gritan, cantan o tosen sin cubrirse, en contacto estrecho con otras personas, y no cuando están quietas entre extraños y solo susurran con algún acompañante.

Para la epidemióloga canadiense Michele Rajput, el análisis de Kay es “excelente”, aunque, por supuesto, puede haber sesgos en la recolección de casos que afecten la interpretación.

Ciertos modelos de simulación de epidemias, basados en agentes, pueden tomar en cuenta el impacto de los supercontagiadores, explica Juan Andrés Fraire, un investigador del CONICET en la Universidad Nacional de Córdoba, quien junto a colegas ha modelado para El Gato y La Caja el efecto que puede tener en la dinámica de Covid-19 la mayor o menor presencia de irresponsables que violen las medidas de distanciamiento.

Si los efectos fueran comparables, especula Fraire, “un aumento del 1-2% de supercontagiadores podría traducirse en un aumento del 20% en las tasas de contagio en una población”.

Pero eso no se sabe a ciencia cierta y, en todo caso, las medidas de distanciamiento social, higiene y precaución que rigen para la población también los protegen a ellos y a su entorno. “El mensaje importante es: las personas con fiebre que no vayan a su lugar de trabajo. Parte del aislamiento es que las personas con síntomas se queden en sus casas”, enfatiza Cahn.

Autor: Matías Loewy

Fuente: La Nación

Foto: Gabe Pierce on Unsplash