¿Qué mamífero será la causa de la próxima epidemia en humanos?

El avance de la especie humana a costa del medio natural tiene un efecto secundario: la emergencia de nuevas enfermedades infecciosas transmitidas de los animales a los humanos, o zoonosis.

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El mapache (Procyon lotor) está entre los mamíferos que portan más zoonosis.

Con el objetivo último de anticipar dónde aparecerá el nuevo brote, investigadores de Estados Unidos han elaborado un mapa global de las zoonosis. Sus resultados pueden sorprender: los carnívoros portan más patógenos que las ratas o los murciélagos y, cuanto más al norte, más especies transmisoras.

El virus del Zika, el del Ébola, el mal de las vacas locas, la influenza aviar, el ántrax, la tuberculosis, la peste, la toxoplasmosis… y así hasta más de 150 enfermedades contagiosas tienen un origen zoonótico. Propias de un animal, en algún momento saltó a los humanos. Pero la o las especies donde surgió el mal se convierten en reservorios naturales desde los que podría rebrotar en el futuro o, lo que es peor, desarrollar una nueva enfermedad que salte a los humanos.

“Algunos creen que es imposible predecir la aparición de una nueva zoonosis. Realmente es difícil, pero no imposible. Como comunidad científica, estamos dando pequeños pasos cada día”, dice la investigadora en ecología de enfermedades infecciosas emergentes (EIE), Barbara Han, del Instituto Cary de Estudios en Ecosistemas. Han y dos ecólogos de la Universidad de Georgia (Estados Unidos) han recopilado las investigaciones sobre enfermedades zoonóticas, los patógenos que las provocan, las especies que las sufren y en, determinadas condiciones, la pueden transmitir a los humanos para crear su mapa mundial de las zoonosis.

El mapa aún está incompleto, ya que solo incluye a los mamíferos, dejando fuera por ahora a otros transmisores como aves o peces y sus propias zoonosis. Pero el trabajo, que ha estudiado a los 27 órdenes de mamíferos terrestres, incluye miles de especies y decenas de zoonosis provocadas por virus, bacterias, hongos, protozoos o helmintos. Mapeando la distribución geográfica de los huéspedes (posibles transmisores) y la de las zoonosis, los investigadores buscaban crear la base para anticiparse a un nuevo brote en una región inesperada o la emergencia de una nueva zoonosis. Lo que han encontrado desmonta algunos mitos.

“Me sorprendió comprobar que las zonas calientes de enfermedades zoonóticas no coinciden con lo que se podría esperar con las concentraciones de biodiversidad”, comenta Han. La teoría ecológica y el sentido común indican que allí donde haya mayor número de especies debería haber más patógenos, pero no es así. Además, aunque la riqueza de especies aumenta a medida que desciende la latitud (de norte a sur), no sucede lo mismo con las enfermedades.

Como explica la investigadora, “hay una mayor diversidad de especies en los trópicos, por lo que uno esperaría ver un patrón similar con más patógenos y parásitos zoonóticos, pero lo que hemos encontrado es que hay más zoonosis en las regiones templadas”. De hecho, en términos relativos al número de especies y al número de enfermedades, es la región subártica la que concentra mayor número de zoonosis. Las pocas especies que habitan Siberia o la zona norte de Canadá pueden albergar más de 90 patógenos diferentes.

”Comprender las implicaciones de este patrón a la luz del calentamiento climático es una relevante línea de investigación que debemos afrontar más pronto que tarde”, recuerda Han. Hasta ahora el frío ha sido una barrera natural, pero el cambio climático puede cambiar las cosas. Tras el subártico, las zonas geográficas desde la que han surgido más zoonosis son América del Norte, Europa, el centro y sudeste de Asia y el este de África. En último lugar aparecen los que la cultura popular y las películas de Hollywood colocan en primer lugar: las zonas ecuatoriales de África y América.

Esta investigación derriba más mitos. El orden con más especies huésped de zoonosis es Rodentia. Hasta 244 especies de roedores pueden transmitir una enfermedad a los humanos, empezando por la peste bubónica y acabando por la rabia. Pero, en términos relativos no son el orden más zoonótico. Esas 244 especies apenas suponen 10,7% del total de roedores. Lo mismo sucede con Chiroptera. A pesar de su mala fama, exacerbada por la reciente epidemia de enfermedad por el virus del Ébola, solo 9,8% de las 1.100 especies de murciélagos pueden pasar alguna infección a los humanos, porcentaje que se reduciría de forma significativa si su carne no se comiera en algunas zonas de África.

En términos relativos los órdenes con mayor número de zoonosis son, en primer lugar, los carnívoros. Aunque Carnivora no es un orden muy numeroso (apenas 285 especies), casi la mitad de ellas (139) son huéspedes al menos de una enfermedad infecciosa. El estudio señala que animales como los grandes felinos, los cánidos, los zorros o el mapache portan hasta 85 zoonosis diferentes, lo que no significa que un determinado león las sufra todas. En segundo lugar, aparecen los ungulados, con un tercio de estos herbívoros como origen de zoonosis. El podio lo completan nuestros primos los primates, con 77 especies zoonóticas de un total de 365.

¿A qué se debe entonces la idea de que las ratas son un nido de gérmenes? “Puede que sea porque los roedores también portan muchas enfermedades y porque la probabilidad de entrar en contacto con ellos ha sido tradicionalmente más elevada. No muy a menudo nos cruzamos ya con un carnívoro”, recuerda la experta en zoonosis.

Esto da una de las claves de la historia y futura emergencia de las zoonosis. La expansión humana es el factor de riesgo clave. En el pasado, la domesticación de varias especies de ungulados (el tercer orden en número de especies potenciales portadoras), provocó la primera gran oleada de zoonosis entre los humanos. La conquista de nuevos territorios y el comercio han sido vectores tradicionales de enfermedades como la peste. En el futuro, la llegada de los humanos hasta el último rincón del planeta y el cambio climático determinarán la aparición de nuevas zoonosis.

Lo explica la investigadora estadounidense: “Tenemos que recordar que los animales no son el problema, lo somos nosotros. No podemos seguir fragmentando y destruyendo los hábitats naturales y luego culpar a los animales por las consecuencias adversas en forma de enfermedades”.

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Fuente: REC