Criterios científicos para la regulación de disruptores endócrinos

La contaminación invisible que altera las hormonas.

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Se pueden esconder en el plástico de las botellas de agua y de los tuppers. También en ciertos pesticidas, perfumes y cremas cosméticas. Ollas, sartenes y paellas son otros de sus refugios. Son sospechosos de dañar la salud humana, pero hasta hoy la Comisión Europea (CE) no había publicado los criterios científicos para regular los disruptores endocrinos, considerados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una amenaza global a la salud pública.

Algunos productos químicos industriales contienen sustancias que pueden interferir con la producción de hormonas y el metabolismo humano. Son los disruptores endocrinos y, para ser considerados como tales, deben cumplir tres características, según la OMS: una función hormonal, un efecto adverso y una relación de causalidad entre ambos.

Alrededor de unos 800 compuestos químicos son sospechosos de alterar el sistema endocrino, según un informe de 2012 de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo solo se han podido observar los efectos de una pequeña parte de ellos y todavía hay muchos interrogantes, como si afectan o no a la pubertad adelantada. Diversos estudios apuntan a que podrían contribuir al aumento de ciertos tipos de cáncer, sobre todo a aquellos tumores que conciernen a las hormonas: pecho, ovario, próstata, testículos y tiroides.

La lista de posibles patologías relacionadas es extensa, e incluye la obesidad, la diabetes, los problemas tiroideos, el asma infantil, la pérdida de fertilidad, complicaciones en el desarrollo de los niños y daños en el sistema inmunitario y neuronal.

Un reciente análisis publicado en la revista Andrology estima en 163.000 millones de euros el coste del impacto de estos alteradores en la salud de la Unión Europea (UE), lo que supone el 1,28% del Producto Interior Bruto de la UE.

Pero por ahora la asociación entre los perturbadores hormonales y los problemas de salud solo se ha demostrado en animales. Encontrar evidencias parecidas en humanos es más complejo porque numerosos factores ambientales influyen en nuestra salud.

Por fin, la Comisión Europea ha presentado el 15 de junio de 2016 en la reunión del Colegio de Comisarios una propuesta para la regulación de los disruptores endocrinos. A partir de aquí el Parlamento y el Consejo europeos deberán aprobar los textos y, más tarde, los Estados miembros y las instituciones de la UE tendrán que adoptarlos. En concreto, la Comisión ha aprobado dos proyectos de medidas con los criterios científicos para identificar los alteradores endocrinos en los productos biocidas y fitosanitarios, y la manera en que debe llevarse a cabo su identificación; junto con un informe de evaluación del impacto.

Según informa la CE en un comunicado, los criterios científicos más exactos se aplicarán inmediatamente. Además, la Comisión pedirá a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y a la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) que comience a examinar las sustancias sospechosas para aplicar los criterios en cuanto se adopten. La Comisión afirma que este será el primer sistema mundial que defina criterios científicos para los alteradores endocrinos en la legislación. Sin embargo, las críticas y la polémica le preceden.

Años de espera y controversia

Los europarlamentarios condenaron el retraso de la Comisión en la publicación de los criterios científicos para identificar y reducir la exposición a estos productos químicos sospechosos de alterar las hormonas, tanto de los humanos como de la vida silvestre. El parlamento recordó que los criterios científicos llevan listos desde 2013, pero la CE, en lugar de difundirlos, decidió iniciar una evaluación de impacto “no requerida por la legislación de la UE ni apropiada para decidir sobre una cuestión científica”. Ahora, la historia sobre los disruptores en Europa escribe su siguiente capítulo.

La periodista francesa Stéphane Horel lleva tres años investigando el retraso de la UE en la regulación de los disruptores endocrinos y denunciando la presión de los lobbies sobre las decisiones políticas. Según su trabajo, premiado internacionalmente, la Comisión Europea incumple el Reglamento de productos biocidas al no definir los criterios de identificación de los contaminantes hormonales, que son imprescindibles para que se desarrolle y se aplique una normativa.

Suecia, uno de los países más escandalizados por esta demora, denunció en 2014 a la Comisión Europea. El Tribunal General de la UE le dio la razón y concluyó que el órgano ejecutivo había incumplido con sus obligaciones.

Horel denuncia que “los lobbies han capturado la decisión pública” mediante el chantaje económico de la industria y de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP). Después de presiones por parte de los científicos y la sociedad, Vytenis Andriukaitis, comisario europeo de Salud y Seguridad Alimentaria, se comprometió en febrero del 2016 a presentar un estudio de impacto con criterios de identificación antes del verano.

“No solo los políticos pueden dar una respuesta, como ciudadanos nosotros también tenemos mucho que decir”, aseguraba Carme Valls-Llobet, responsable del programa ‘Mujer, salud y calidad de vida’ de la asociación científica sin ánimo de lucro Centro de Análisis y Programas Sanitarios, en la presentación del informe de Horel el pasado mes de febrero en Barcelona. El éxito más claro de la presión social en la regulación de las falsas hormonas es el caso de los parabenos.

Los consumidores expulsaron a los parabenos

Los parabenos son unos compuestos que se utilizan como aditivos conservantes en numerosos productos de origen cosmético, farmacéutico y alimentario. La literatura científica ha descrito la presencia de estas sustancias en muchos productos que usamos a diario. Por eso la preocupación de los investigadores se focaliza en detectar estos químicos en los tejidos humanos y los fluidos corporales.

El descubrimiento de parabenos en los tumores de mama ha planteado en los últimos años “la preocupación pública sobre su uso”, explicaba Mark G. Kirchhof, investigador de la Universidad de Columbia Británica (Canadá), en un artículo publicado en Skin Therapy Letter.

Una revisión de estudios científicos, publicada hace dos años en el Journal of Applied Toxicology, recopiló pruebas de la presencia de parabenos en tumores de cáncer de mama. Los investigadores sospechan que influyen en la proliferación de células cancerígenas de mama sensibles a los estrógenos, las principales hormonas femeninas, y que afectan a la incidencia y tratamiento de la enfermedad. Philippa Darbe, autora de este trabajo en la Universidad de Reading (Reino Unido), demostró en células in vitro que la exposición a estas sustancias químicas aumenta la actividad migratoria e invasiva de las células cancerígenas. “La mama está muy contaminada, no solo con un químico sino con centenares de ellos”, comenta Darbe. Ella insiste en la necesidad de estudiar la contaminación de la acción de muchos disruptores endocrinos en los humanos, y no de uno solo. “Eso no quiere decir que una sustancia por sí sola sea menos significativa sino que no aporta una visión global de la realidad”, añade.

Los científicos desconocen los mecanismos moleculares que hay detrás de estos disruptores endocrinos. Los fenoles y los ftalatos se encuentran en productos cosméticos, se absorben a través de la piel y se acumulan en glándulas y componentes grasos de los tejidos corporales. Algunos disruptores son persistentes y su efecto dura en el organismo desde meses a años. Se tratan de compuestos que se acoplan a lípidos y proteínas. Hay otros perturbadores no persistentes que se eliminan mediante la orina y otros fluidos. Son más difíciles de investigar porque tienen una vida corta en el organismo, desde pocos minutos a días.

Muchas mujeres, alertadas por estos hallazgos, dejaron de comprar cosméticos con parabenos, recuerda Valls-Llobet. La reacción popular hizo que algunas marcas retirasen del mercado estos productos para satisfacer a las consumidoras. Pero la preocupación se amplía cuando hombres o mujeres deciden tener un hijo. Los niños son la población más vulnerable al entorno ya desde el vientre materno.

Desde antes de nacer

HELIX es un proyecto europeo que tiene como objetivo definir el ‘exposoma’: todos aquellos factores ambientales internos y externos a los que se expone una persona a través de la dieta, el estilo de vida, la contaminación y otras circunstancias desde el vientre materno hasta la vida adulta. El proyecto HELIX analiza un total de 32.000 pares de madres e hijos de seis países europeos para observar el impacto de estos factores sobre la salud, el crecimiento y el desarrollo de los niños. Entre los factores ambientales externos se encuentran los disruptores endocrinos que pueden contener los juguetes (aftalatos) y los productos de higiene (fenoles), entre otros.

En España, Maribel Casas, investigadora del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL), analiza los efectos de los disruptores endocrinos sobre la salud infantil a través de HELIX y el proyecto nacional INMA. La experta señala que no estamos expuestos a una única sustancia que altera nuestro organismo sino a un “cóctel químico” de diferentes disruptores endocrinos que pueden afectar de manera distinta a cada persona.

“Los niños son más vulnerables porque no pueden detoxificar al mismo nivel que los adultos y sus órganos están en desarrollo –contextualiza–. Además, tienen más tiempo para desarrollar una enfermedad”.

Entre 2004 y 2007 el estudio INMA reclutó a 657 embarazadas de la ciudad de Sabadell en las que se analizó la exposición a estos compuestos. El equipo científico concluyó que la exposición del feto a los disruptores endocrinos puede aumentar el riesgo de padecer obesidad y asma en la edad infantil. Los efectos en el neurodesarrollo también se han estudiado pero los resultados no son tan concluyentes, especifica Casas.

Este año, un equipo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CSIC), con la colaboración del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, observó compuestos de filtros solares y parabenos, presentes en los productos de cuidado e higiene personal, en la placenta de embarazadas.

Los resultados, publicados en la revista Environmental International, demuestran que las mujeres gestantes acumulan estos compuestos y pueden transmitirlos a sus fetos, aunque se desconocen sus efectos.

Ante la alerta de las primeras evidencias científicas que relacionan los disruptores endocrinos con problemas de salud, Casas recomienda no obsesionarse. Mientras tanto, los científicos y la sociedad seguirán presionando para que las administraciones públicas velen por la salud de sus ciudadanos.

Fuente: Agencia Sinc