Las inquietantes mutaciones del SARS-CoV-2 que amenazan con empeorar la pandemia

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Los científicos que vigilan la evolución del SARS-CoV-2 están inquietos. Tras la aparición a fin de año de dos variantes aparentemente más contagiosas, detectadas en Reino Unido y Sudáfrica, un grupo de investigadores publicó el 12 de enero la descripción de una tercera variante sospechosa en Brasil relativamente similar a las dos anteriores.

Los autores sugieren una posibilidad preocupante: la evolución convergente, el mismo fenómeno que hizo que los murciélagos y las aves desarrollaran alas de manera independiente hace millones de años. El coronavirus también podría estar mutando en diferentes lugares del mundo hacia una misma dirección: versiones más transmisibles e incluso capaces de reinfectar a algunas personas que ya han tenido la COVID-19.

La nueva variante, detectada en la ciudad amazónica de Manaus, presenta una combinación singular de mutaciones, pero dos de ellas son viejas conocidas. Algunos genetistas las denominan Nelly y Erik, por similitud con sus nombres técnicos: N501Y y E484K. Nelly y Erik son dos mutaciones que afectan a la espícula (spike) del coronavirus, la llave con la que el virus entra en las células humanas. La mutación Nelly está presente en las tres variantes inquietan-tes y Erik se suma a ella en la sudafricana y la brasileña.

Existe preocupación ante esta posible evolución convergente, con combinaciones de mutaciones que quizá se repiten porque suponen una ventaja para el virus. Un estudio preliminar sugirió hace un par de semanas que la mutación E484K multiplica la capacidad del SARS-CoV-2 para escapar de los anticuerpos del plasma sanguíneo de algunos donantes que ya han superado la COVID-19. Y otra investigación sostiene que la mayoría de las personas que ya han pasado una infección natural por el SARS-CoV-2 podrían reinfectarse con la variante sudafricana.

La variante británica –con Nelly pero sin Erik– emergió aparentemente en el Reino Unido en septiembre y ya se ha registrado en 40 países.

Las autoridades británicas calculan que es entre 30% y 50% más transmisible. En España se identificó por primera vez en plenas navidades, en el Hospital Universitario ‘12 de Octubre’ de Madrid. En este momento, este país está detectando entre 2% y 3% de variantes británicas, respecto del total. El porcentaje es pequeño, actualmente, pero ha ido en aumento. En Dinamarca, la variante británica representaba 2,4% de las muestras analizadas hace dos semanas y ya llega al 7%. Se calcula que esta variante solo ya llega a 7% alcanza una frecuencia de entre 1% y 5% en todo el territorio español, por el momento.

La variante británica no produce una enfermedad más grave, pero sí es más contagiosa según todos los indicios, así que el resultado final sería un mayor número de muertos, en cualquier caso. Satura antes los hospitales. Y, por lo tanto, es un peligro, sobre todo en la situación actual.

Entierro en un cementerio de Manaus (Brasil) de una mujer de 73 años fallecida por COVID-19. 

La variante sudafricana ya se ha registrado en 13 países, entre ellos Francia y Alemania. La brasileña solo se ha identificado en Brasil, Japón y Corea del Sur. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos calculan que la variante británica en el país será la dominante en marzo. Algunos científicos creen que estas nuevas variantes han surgido en personas con una infección crónica, un proceso en el que las defensas luchan contra el coronavirus durante meses, hasta que aparece un mutante que invade mejor las células humanas y consigue escapar.

Esta afirmación se apoya en el caso de un hombre de 45 años, que por un problema en su sistema inmune, estuvo ingresado con COVID-19 durante cinco meses en el Hospital Brigham and Women’s, en Boston (Estados Unidos). Los médicos que lo trataron relataron una evolución acelerada del virus hasta que el paciente acabó muriendo. Entre las mutaciones detectadas figuraban Nelly y Erik.

Es muy raro que una única mutación cambie el rumbo de un virus, pero hay precedentes. Un estudio mostró que un solo cambio en el virus Chikungunya hizo que el patógeno fuese capaz de infectar a una nueva especie de mosquito y aumentase así su potencial epidémico. Lo que más preocupa a los científicos, sin embargo, es el efecto sinérgico de varias mutaciones relevantes, como la inquietante coincidencia de Nelly y Erik en las variantes sudafricana y brasileña.

Un estudio preliminar con 20 voluntarios también sugiere que los anticuerpos de los vacunados –con dosis de Pfizer o de Moderna– son ligeramente menos efectivos contra las nuevas variantes con las mutaciones Nelly y Erik. Aunque el efecto observado es modesto, es posible que sea necesario actualizar periódicamente las vacunas para evitar una potencial pérdida de eficacia clínica.

En el último año, se generó una excesiva alarma con otras mutaciones, como la D614G, señalada como posiblemente más contagiosa desde el verano y hoy absolutamente dominante en todo el mundo. Algunos científicos son escépticos respecto de la hipótesis de que el SARS-CoV-2 esté evolucionando en una misma dirección, y advierten que con los virus se debe tener mucho cuidado. Aunque aparezca la misma mutación varias veces no quiere decir que haya una evolución convergente. La probabilidad de que aparezca una misma mutación de forma independiente es muy alta, por lo que habría demasiada alarma anticipada al respecto.

Es posible que se estén generando las condiciones para que surjan cepas aventajadas del virus. A medida que va aumentando el número de personas vacunadas o con inmunidad generada por una infección previa, se favorece la infección por aquellos virus que pueden eludir esas defensas inmunológicas. El comité de emergencias de la Organización Mundial de la Salud afirmó el 15 de enero que el riesgo es muy alto e hizo un llamamiento para que los países dediquen más recursos a vigilar las mutaciones del coronavirus. Casi nadie contempla la posibilidad de que las vacunas dejen de funcionar de repente, pero sí se podría ir reduciendo progresivamente su actual 95% de eficacia hasta el punto de tener que actualizarlas, como ocurre todos los años con la vacuna de la influenza.

El problema es que mucho de lo que se sabe sobre los efectos de las mutaciones procede de experimentos con mutaciones individuales. Pero falta mucha información experimental sobre cómo interaccionan todas estas mutaciones entre sí: cuál es el impacto de que se presenten juntos Nelly y Erik.

Probablemente, tanto la variante de Sudáfrica como la de Brasil tienen algún efecto sobre la inmunidad, debido a esa mutación E484K, pero se piensa que ninguna de estas variantes, tampoco la británica, afecte a las actuales vacunas. La inmunidad que se consigue con las vacunas es mucho mayor que la inmunidad natural tras una infección. Se confía en que las actuales vacunas serán útiles durante bastante tiempo.

Lo más importante ahora respecto de las vacunas no es la preocupación por las variantes, sino por la vacunación: que llegue a todas las poblaciones en todas las partes del mundo. En cuanto a las nuevas variantes, ya existe una estrategia básica para frenarlas: todavía no apareció una variante que sea capaz de saltarse un barbijo.

Fuente: REC