La microbiota ha pasado de ser un mero reflejo de una situación anómala a asumir un papel protagonista en el cáncer colorrectal. Existen pruebas sólidas de su relevancia en el desarrollo tumoral, pero aún queda mucho por aprender sobre el tipo de desequilibrios implicados y las especies de microorganismos a las que afectan. Un estudio publicado en Science ha permitido identificar una combinación de dos bacterias que incrementan el riesgo de tumores en los individuos con poliposis adenomatosa familiar (PAF).
Mediante diversos experimentos en ratones, un equipo de investigadores coordinado por Cyntia Sears, de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore (Estados Unidos), ha desentrañado los mecanismos a través de los cuales esas dos bacterias, Escherichia coli y Bacteroides fragilis, fomentan la inflamación y la ruptura de la capa mucosa del colon.
Los científicos iniciaron la investigación analizando muestras de tejido de pacientes. En comparación con las procedentes de individuos con pólipos esporádicos, las muestras de pacientes con PAF que contenían biopelículas de las dos bacterias eran mucho más abundantes. Este resultado se confirmó con un conjunto mayor de muestras de pacientes con PAF. Lo cierto es que E. coli expresa genes asociados con un incremento de las lesiones del ADN y B. fragilis, genes vinculados a la tumorigénesis.
Cáncer invasivo
Cuando los investigadores implantaron esas bacterias procedentes de pacientes con PAF en ratones, comprobaron que aquellos a los que se les había transferido solo una de las dos especies desarrollaban pocos tumores, mientras que los colonizados por las dos especies bacterianas eran notablemente más proclives a padecer cáncer y morir.
Un análisis en profundidad mostró que cada uno de los microorganismos parece cumplir una función concreta en el fomento de la aparición de tumores. Así, B. fragilis altera el microambiente intestinal reduciendo la mucosidad e induciendo una respuesta inflamatoria, lo que a su vez allana el camino para que E. coli también colonice el intestino.
En opinión de Sears y sus colaboradores, “estos hallazgos sugieren que el análisis de la coexpresión de ciertos genes de estas bacterias podría servir para el cribado general y la prevención potencial del carcinoma colorrectal”. Es más, la eliminación de estas bacterias de la mucosa del colon de los pacientes con PAF podría tener efectos muy positivos.
Aún es pronto para aventurar las repercusiones clínicas de este estudio, pero si se tiene en cuenta que sus resultados se añaden a los de otras investigaciones en la misma línea, los posibles beneficios terapéuticos podrían estar más cerca de lo que parece.
La revista Science publicó en noviembre de 2017 otro estudio sobre el papel de la microbiota intestinal en el cáncer de colon. Uno de sus autores, Paolo Nuciforo, investigador principal del Grupo de Oncología Molecular del Instituto de Oncología Valle de Hebrón (VHIO), de Barcelona, considera que ambos trabajos “apoyan la importante función de la microbiota en el cáncer colorrectal”. El que se acaba de publicar muestra que en la PAF, que representa una pequeña parte de los tumores de colon, “tiene que añadirse algo más a la alteración genética para que se desarrollen”.
El papel de los microorganismos intestinales en los tumores colorrectales esporádicos ya se conocía. Este nuevo estudio añade otra pieza fundamental al rompecabezas: “En el cáncer hereditario también juega un papel importante la microbiota“.
La investigación de Nuciforo se centra en los tumores no familiares, en los que destaca la alta presencia de Fusobacterium nucleatum, un patógeno emergente, anaerobio y gramnegativo, que es característico de la cavidad oral y muy raramente se detecta en otras partes del cuerpo en condiciones normales.
Metástasis hepáticas
El estudio en el que participó el grupo de Nuciforo, dirigido por el Instituto del Cáncer Dana-Farber (Boston), apreció que la colonización de los cánceres colorrectales humanos con Fusobacterium y otras especies de su microbioma asociado se mantiene en las metástasis de este tumor al hígado -sitio de propagación metastásica más frecuente-, lo que demuestra que las bacterias del microbioma viajan con las células tumorales cuando se producen las metástasis y que colonizan también ese tejido metastásico.
Los responsables de esta investigación exploraron una posible vía terapéutica tratando a ratones avatar con metronidazol, que es selectivo contra Fusobacterium. El resultado fue una disminución significativa en el crecimiento tumoral, “lo que nos da argumentos para apuntar a la modulación del microbioma en el tratamiento del cáncer colorrectal asociado a Fusobacterium“, precisa el investigador del VHIO.
En todo caso, recalca que el empleo de antibióticos en la lucha contra la intervención de bacterias en el desarrollo de tumores deberá evitar el uso de los de amplio espectro, con el fin de afectar lo mínimo posible a las bacterias de la microbiota que resultan beneficiosas. Además, hay que tener en cuenta que los agentes quimioterápicos “ya ejercen un efecto sobre la microbiota”.
Un actor más en la liza terapéutica
La microbiota intestinal afecta a la farmacocinética, a la actividad antitumoral y a la toxicidad de los fármacos en varios niveles. Por ejemplo, la tasa de absorción y la biodisponibilidad de muchos quimioterápicos orales depende de su exposición en el intestino a enzimas tanto del huésped como bacterianas antes de entrar en la circulación sanguínea.
En el terreno de la inmunoterapia se ha observado que la alteración de la composición de la microbiota intestinal -que puede lograrse con el uso de antibióticos, prebióticos o probióticos- podría servir como estrategia para modular la respuesta a los fármacos.
Fuente: Diario Médico