Otra de las consecuencias de la pandemia de la COVID-19: la fiebre de cabaña

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Cabin fever (fiebre de cabaña en español) es un término de origen incierto que empezó a mencionarse a comienzos del siglo XX en Estados Unidos para describir un tipo de estado mental causado por meses de aislamiento, soledad y aburrimiento, debidos a los largos e intensos inviernos que azotaban las latitudes extremas.

Los colonizadores de los vastos y desolados territorios de Estados Unidos y Canadá experimentaron sensaciones parecidas que describieron como “locura de pradera” o “locura de montaña”. Algunas profesiones –particularmente los astronautas– también pueden llevar a ese estado.

A pesar de que no es un diagnóstico categorizado por los profesionales de la salud mental y que la expresión es coloquial, los expertos coinciden en que la fiebre de cabaña es muy real. Puede tener consecuencias serias para quienes la padecen y las personas de su entorno.

Debido a las órdenes de distanciamiento social, aislamiento y confinamiento para combatir la actual pandemia de la enfermedad por el coronavirus 2019 (COVID-19), hay ahora más personas en el mundo en riesgo de sufrir algo parecido a la fiebre de cabaña.

¿Qué es la fiebre de cabaña?

Es un estado mental que primero se describió en relación a las personas que forzosamente vivían dentro de espacios estrechos o lugares inhóspitos, remotos, aislados o monótonos.

El origen de la expresión en sí no se conoce, pero empezó a utilizarse popularmente a comienzos del siglo XX, en relación al estado mental de las comunidades en el norte de Estados Unidos y Canadá que soportaban meses de encierro por los largos e intensos inviernos.

“Todas las condiciones psicológicas son construcciones sociales que crean una realidad porque un número sustancial de personas concuerdan en su validez y realidad”, explicó el Dr. Paul C. Rosenblatt, profesor emérito de Ciencia Social de la Familia de la Universidad de Minnesota, en Estados Unidos.

Rosenblatt realizó un estudio en la década de 1980 con habitantes de Minnesota –un estado rural de inviernos extremos– para conocer cómo relacionaban el concepto con sus experiencias.

Entre las descripciones más destacadas que escuchó se encuentran la sensación de insatisfacción en el hogar, desasosiego, aburrimiento, irritabilidad y necesidad de romper la rutina.

“Para los profesionales de la salud, la fiebre de cabaña se asocia con términos como ‘claustrofobia’ o ‘trastorno afectivo estacional’”, explicó Rosenblatt.

“En conversaciones informales he escuchado sinónimos como ‘fiaca’, ‘desgano’, ‘caminar por las paredes’, ‘sentirse atrapado’ e ‘inquietud’”.

¿Que puede causar este estado?

El detonante parece ser el aislamiento. Mucho puede depender de las condiciones de éste, como la estrechez de la vivienda, si se está sólo, el tipo de personas que acompañan, una rutina monótona o –inversamente– no tener una rutina, la falta de estímulo, la situación geográfica y las inclemencias del tiempo.

En la investigación que condujo Rosenblatt en Minnesota, aparte de los encierros por los largos inviernos, los escenarios más comunes que encontraron fueron el estar confinados en casa con niños pequeños, por enfermedad o ser responsable de alguien enfermo o discapacitado.

“Si las mismas personas tienen limitaciones físicas que no les permiten moverse con facilidad o residen en viviendas abarrotadas, estas pueden ser más propensas a la condición”, añadió el experto.

“Sé de gente que vive en lugares demasiado peligrosos para salir de casa –en zonas de guerra o en vecindarios de alta criminalidad– que también siente la fiebre de cabaña”, expresó.

También hay personalidades que no se ajustan muy bien a las condiciones de aislamiento. “Las personas que a diario tienen una vida físicamente activa y que están muy ocupadas fuera de casa tendrán mayor dificultad para ajustarse a vivir encerrada”.

¿Cuáles son los síntomas?

“Entre la gente que la sufrió o la observó en otros no hay unanimidad sobre los síntomas exactos ni en qué orden aparecen”, comentó Rosenblatt.

Los más comunes son una sensación de desasosiego, de sentirse enjaulado, depresión, irritabilidad, soledad, impaciencia, aburrimiento y frustración.

“Algunas personas pueden caer en depresiones, pueden tomar decisiones malas con respecto al consumo de alcohol y drogas, o convertirse en amenazas para las personas con las que conviven”, señaló.

Por otro lado, el aburrimiento y la falta de estímulo pueden desgastar la mente. Una de las poblaciones más propensas a sufrir la fiebre de cabaña es la de los reclusos en la cárcel.
Rosenblatt señaló además que la fiebre de cabaña también puede afectar a otras personas del entorno “en el sentido que aquella persona que está inquieta, irritable, deprimida, etc., afectará a los que la rodean, aunque las otras personas podrían desarrollar sensaciones diferentes a los de la fuente”.

¿Hay formas de combatir la fiebre de cabaña?

Aunque no hay unanimidad sobre lo que puede resultar más efectivo para evitar sufrir la fiebre de la cabaña, hay varias sugerencias válidas: mantener contacto con otros (vía teléfono, internet, etc.), establecer una rutina cotidiana pero también poder romper esa rutina, planear algo a futuro para cuando se pueda salir otra vez, escuchar música, dedicarse a un hobby y encontrar proyectos especiales para realizar a corto plazo en casa.
La lectura, los juegos de salón, las artes manuales y explorar venas artísticas son otras ocupaciones que pueden mantener a las personas entretenidas, productivas y creativas.
Igualmente, el ejercicio es vital. La actividad física regular quema calorías y sirve para liberar la tensión acumulada por estar encerrado.

”Lo mejor sería salir a caminar”, dijo David Shrier, educador y empresario que dirige varios programas online para la Universidad de Oxford, en Reino Unido.

“La caminata ha demostrado rendir buenos beneficios cognitivos”, explicó, si se puede hacer manteniendo una distancia prudente de otros.

Pero, como en muchos lugares se prohíben las salidas no esenciales, se puede recurrir a los cursos y programas de ejercicio que se ofrecen online.

David Shrier también recomienda mantener la actividad social. “Aun cuando no se pueda ver a otros en persona, se pueden realizar reuniones sociales por videollamada, como cenas virtuales o participar en la hora del coctel virtual. Eso ayuda a sentirse conectado con otros”.

Se debe tener en cuenta que hay muchas familias que están lidiando con niños que pueden fácilmente volverse inquietos.

Grupos de emprendedores han creado comunidades online para mantener a los chicos entretenidos.

“Un amigo mío organizó una hora de cuentos con otros padres de familia, en la que uno de ellos supervisa a un grupo de niños que toman turnos leyendo durante unos 90 minutos”, dijo Shrier. “Eso ayuda a los otros padres a tener un poco de tiempo libre para ellos”.
El mundo virtual tiene innumerables formas de mantenerse comunicado y con fácil acceso a juegos, videos, películas, televisión, noticias y otros tipos de contenido.

”No se debe olvidar que muchas personas están trabajando desde su casa. Eso puede representar un sinnúmero de agotadoras videoconferencias”, señaló Shrier.

“Eso lo exacerba el hecho que no existen las pausas habituales del mundo real, como cuando desplazarse físicamente a otro lugar para una reunión o mantener un almuerzo de negocios, momentos que brindan un respiro”.

Otros expertos indican que mantener los patrones de alimentación y una dieta sana es esencial. Estar recluido en casa puede fomentar el consumo en exceso de bebidas y comidas azucaradas, o de comida chatarra a domicilio.

En caso de necesitarlos, muchos proveedores de asistencia para la salud mental pueden prestar servicios a distancia por teléfono, Skype, Zoom u otras plataformas, y hay varios servicios de emergencia disponibles.

Pero Rosenblatt alertó que algunas personas no sabrán cómo encontrar ayuda o, por alguna razón, serán incapaces de buscarla.

 

Fuente: REC

Foto: Louis from Pexels