Autores: Joshua D. Rabinowitz y Caroline R. Bartman
Li Wenliang1, el médico en China que advirtió sobre el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, murió a causa del virus en febrero, a los 34 años. Su muerte fue impactante no solo por su papel al dar a conocer la epidemia emergente, sino también debido a su edad, pues los jóvenes no tienen un gran riesgo de morir por la COVID-19.
¿Es posible que Li muriera porque, como médico que pasaba mucho tiempo cerca de pacientes enfermos graves que habían contraído el COVID-19, se infectó con una carga tan alta? Después de todo, aunque fue uno de los primeros médicos jóvenes que murió tras estar expuesto de cerca y con frecuencia al virus, desafortunadamente no fue el último.
La importancia de la carga viral está siendo ignorada en el diálogo del coronavirus. Como con cualquier otro veneno, los virus generalmente son más peligrosos en grandes cantidades. Las pequeñas exposiciones iniciales suelen llevar a infecciones ligeras o asintomáticas, mientras que dosis más grandes pueden ser letales.
Desde una perspectiva de políticas, se debe considerar que quizá no todas las exposiciones al coronavirus son las mismas. Entrar a un edificio donde alguna vez estuvo una persona infectada no es tan peligroso como sentarse al lado de esa persona infectada durante un trayecto de una hora en tren.
Eso podría parecer evidente, pero muchas personas no están haciendo esa distinción. Debemos enfocarnos más en evitar las infecciones con grandes cargas virales.
Tanto las cantidades grandes como pequeñas del virus pueden reproducirse dentro de nuestras células y provocar enfermedad grave en las personas vulnerables, como las inmunocomprometidas. Sin embargo, en las personas sanas, el sistema inmunitario responde en cuanto percibe un virus que crece adentro. La recuperación depende de lo que sea más veloz: la propagación viral o la activación inmunitaria.
Los expertos en virus saben que la carga viral afecta en cuán grave será la enfermedad. En los laboratorios, los ratones que reciben una carga viral baja, la eliminan y se recuperan, mientras que el mismo virus en una carga más alta termina por matarlos. Se ha observado sensibilidad a la carga viral en todas las infecciones virales agudas comunes que se han estudiado en animales de laboratorio, incluyendo los coronavirus.
Los seres humanos también muestran una sensibilidad a la carga viral. Hay voluntarios que han permitido exponerse a dosis bajas o altas de virus relativamente benignos que provocan resfríos o diarrea. Quienes reciben dosis bajas rara vez desarrollan señales visibles de la infección, mientras que quienes reciben dosis altas generalmente sufren infecciones y síntomas más graves.
Sería poco ético manipular las cargas virales de manera experimental en humanos para el estudio de un patógeno tan grave como el coronavirus, pero hay pruebas de que el tamaño de la carga también es importante en el coronavirus humano. Por ejemplo, durante el brote de síndrome respiratorio agudo severo (SARS) en 2003 en Hong Kong, un paciente infectó a muchos otros que vivían en la misma unidad de apartamentos, por lo que murieron 19 personas. Se cree que la propagación de la infección fue causada por partículas virales en el aire que se esparcieron por toda la unidad desde el edificio donde se encontraba el apartamento del primer paciente. Como resultado de una mayor exposición viral, los vecinos que vivían en el mismo edificio no solo se infectaron con más frecuencia, sino que también tuvieron más probabilidades de morir. En contraste, los vecinos más alejados, aún infectados, sufrieron menos.
Las infecciones con bajas cargas incluso pueden ayudar a activar el sistema inmunitario, pues lo protegen de exposiciones con cargas más altas en el futuro. Antes de la invención de las vacunas, los médicos con frecuencia infectaban a personas sanas de manera intencional con el fluido de pústulas de sarampión. Las infecciones con baja carga resultantes eran desagradables, pero generalmente podían sobrevivir, y eso evitaba peores infecciones cuando esas personas estuvieran expuestas más tarde a cantidades descontroladas de sarampión.
A pesar de la evidencia de la importancia de la carga viral, muchos de los modelos epidemiológicos que se usan para fundamentar las políticas durante esta pandemia la han ignorado. Eso es un error.
La gente debe tener mucho cuidado con las exposiciones a cargas virales altas, que con más probabilidad pueden ocurrir durante interacciones cercanas con una persona infectada –como en reuniones para tomar café, bares concurridos o al visitar a la abuela en su habitación–, y con tocarse el rostro después de estar en contacto con grandes cantidades de virus. Las interacciones con personas infectadas son más peligrosas en espacios cerrados y a poca distancia, y la dosis aumenta con el tiempo de exposición. Las interacciones rápidas que no cumplen con la regla de mantener dos metros entre ambas personas, como al pagarle a un cajero en el supermercado, deben ser breves, y hay que procurar estar a dos metros durante solo seis segundos.
Debido a que la carga importa, el personal médico enfrenta un riesgo extremo, pues lidian con los pacientes más enfermos y con las cargas virales más altas. Se debe dar prioridad al suministro de equipo de protección para ellos.
Para todos los demás, se vuelve más importante el distanciamiento social, usar barbijos y la buena higiene, pues estas prácticas no solo disminuyen la propagación infecciosa, sino que también disminuyen la carga y, por lo tanto, la letalidad de las infecciones que ocurren. Aunque evitar la propagación viral es un bien social, evitar las infecciones con cargas altas es un imperativo personal, incluso para los jóvenes sanos.
Al mismo tiempo, se deben evitar las reacciones exageradas de pánico a las exposiciones en dosis bajas. La ropa y los empaques de los alimentos que han estado expuestos a una persona infectada parecen representar un riesgo bajo. Las personas sanas que están juntas en un supermercado o una oficina experimentan un riesgo tolerable, siempre y cuando tomen precauciones como usar barbijos y distanciarse de las personas.
Un confinamiento total de la sociedad es la manera más eficaz de detener la propagación del virus, pero es una medida costosa tanto en términos económicos como psicológicos. Cuando la sociedad vuelva a la normalidad, las medidas de reducción de riesgos, como mantener el espacio personal y lavarse las manos, serán esenciales para reducir las infecciones con altas cargas virales. Los lugares de alto riesgo para la exposición en cargas altas, como los estadios y los recintos de convenciones, deben permanecer cerrados. Los servicios esenciales pero riesgosos, como el transporte público, deben seguir operando, pero las personas deben tomar medidas de seguridad como usar barbijos, mantener su distancia y no viajar si se tiene fiebre.
Ahora es el momento de quedarse en casa. Esperemos que sea un periodo breve. Cuando comencemos a salir de nuevo, hagámoslo con conciencia, ahora que conocemos la importancia de la carga viral.
Referencia:
- Joshua D. Rabinowitz es profesor de Química y Genómica en Princeton, donde Caroline R. Bartman es académica investigadora.
Fuente: Reporte Epidemiológico de Córdoba