“Desde el 2006 se sabe”, nos contextualiza Gabriel Vinderola, “que la leche materna tiene bacterias que la mamá le transfiere al bebé e impactan en su sistema inmune. Entonces nuestra idea fue explorar qué microrganismos tenía la leche de nuestra región y si había alguno que potencialmente podíamos utilizar para desarrollar alimentos probióticos, aprovechando el trabajo de selección que ya hizo la naturaleza (mamá) al definir qué bacteria pasa al bebé, y cual no”.
En 2008, a partir del trabajo de grado de Florencia Zacarías en el INLAIN, este grupo de investigación buscó bacterias en leche materna proveniente de donantes locales y aisló varias cepas. Encontraron una muy resistente y que además, podía deshidratarse. Con esa cepa, Patricia Burns -otra integrante del equipo- fue al Instituto Pasteur – Lille (Francia), donde logró observar la capacidad antiinflamatoria de este microorganismo a nivel intestinal. Cuenta Patricia: “Allí se hizo el estudio de inflamación, es un modelo de colitis aguda y crónica; y se vió que la bacteria protegía a los animales contra la inflamación, ventaja que no lo tenían aquellos que no consumían la cepa”.
Ese trabajo se publicó en una revista de alto impacto del grupo Nature y logró la atención de un grupo empresarial francés, PiLeJe, que se encarga de desarrollar cultivos probióticos como suplementos dietarios. Agrega Gabriel: “Ese grupo se contactó con nosotros interesados en la cepa, y lo que hicimos fue prestárselas por un tiempo para que la estudien. La idea es colocarla en una especie de cápsula- no alimento- para comprarla en la farmacia y tomar una por día. No es un producto farmacéutico para una enfermedad. Es para prevenir, para mantener nuestro sistema inmune funcionando”.
A través de la gestión de las Gerencia de Vinculación Tecnológica del CONICET, esta cepa fue cedida en préstamo, mediante un acuerdo de transferencia de material biológico, al grupo francés en 2018. De todos modos, agrega Vinderola, “si esto se transfiere a Francia, reservarnos el derecho de utilizarla en Argentina, de modo tal que no solo sea un negocio para la empresa y CONICET, sino que también llegue a la región mediante un programa social. En esta dirección estamos dando los primeros pasos junto a instituciones santafesinas, gastroenterólogos, nutricionistas y asistentes sociales. No lo hacemos nosotros solos. Por ejemplo, en Tucumán, el CERELA (Centro de Referencias para Lactobacilos, CONICET), logró que una bacteria de este tipo, la reciban más de 200 mil chicos en comedores escolares”.
Los probióticos vs. enfermedades autoinmunes, alergias, obesidad…
Son bacterias benéficas, microorganismos vivos, que en cantidades suficientes en el intestino, pueden alterar positivamente la flora o microbiota intestinal. “Para que nuestro sistema inmune del intestino funcione, necesitamos un contacto periódico con microorganismo, pero este contacto lo hemos ido perdiendo por muchas razones: por una lactancia materna corta, por el parto por cesárea, por el abuso de antibióticos, o porque nos criamos en condiciones estériles. Cuando a edad temprana no se establece una buena microbiota intestinal, sino una “aberrante”, es decir, que da una respuesta inflamatoria, aparecen las consecuencias. Esa condición, con el tiempo, colabora con el desarrollo de enfermedades autoinmunes, alergias, obesidad. Entonces la idea es volver a consumir microrganismos que son benéficos para la salud y esto no es nuevo, hace 15 a 20 años la industria alimenticia ha incorporado leches fermentadas y yogures con probióticos”, define Vinderola.
La importancia de la flora intestinal diversa
En nuestros intestinos hay un mundo microscópico con vida, cien billones de bacterias que son la clave en el mantenimiento de nuestra salud. El desarrollo de la flora intestinal empieza tras el nacimiento y tiene -entre otras funciones- que protegernos de virus y bacterias que generan enfermedades. “Uno tiene que pretender tener una microbiota diversas. Cuantos más soldados tengamos que saben hacer cosas distintas, más preparado y defendido está el cuerpo. Lo ideal es exponernos a distintas bacterias benéficas y todas las etapas de nuestras vida”.
La ciencia a paso firme
Desde el comienzo del proyecto a hoy, corrieron 10 años, y completa Reinheimer “para que el producto llegue a una góndola faltan 3 a 5 años más. Detrás de algo tan sencillo como que la industria use una bacteria que encontramos nosotros, hay 15 años de trabajo; mucha gente, cooperación internacional, un gran esfuerzo y mucha convicción por parte del grupo para sortearlos problemas que tenemos en Argentina e ir para adelante. Se necesita mucha plata, mucha paciencia y tesón.”
El grupo de investigación
Dres. Jorge Reinheimer, Maria Florencia Zacarias, Patricia Burns, Ana Binetti y Gabriel Vinderola. Además, esta cepa ha sido estudiada en colaboración con la Dra. Roxana Páez del INTA-Rafaela, el Dr. Ulrich Kulozik de la Universidad Técnica de Munich (Alemania), el Dr. Jacques Nicolí de la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil) y la Dra. Corinne Grangette del Instituto Pasteur-Lille (Francia).
Financiamiento
El proyecto ha sido financiado, en distintas etapas, por el CONICET, por el MINCYT (PyCT y CAI); la Sec. de Políticas Universitarias; la ASACTEI del Gobierno Provincial; fondo obtenidos de servicios a terceros (vinculación con industria); estadías internacionales y recursos externos.
El director del INLAIN, Jorge Reinheimer, remarca: “En el Instituto tenemos el ejercicio de ir hacia afuera, hacia la industria, hay una historia, una tradición en este sentido. Yo empecé en los años 70 la vinculación con las industrias y siempre hemos tenido esta característica del grupo, sumada a la colaboración internacional.” El Instituto desarrolla una actividad científica y tecnológica orientada hacia la leche y los productos lácteos, principalmente quesos, para lograr resultados que mejoren los procesos y eleven la calidad de los productos y la materia prima. Cuenta con 15 investigadores, 8 becarios y 4 profesionales y/o administrativos.
Fuente: CONICET