Desde hace más de un siglo, el kilogramo se define como la masa de un cilindro de platino e iridio mantenido a buen resguardo en la sede de la Oficina Internacional de Pesas y Medidas (BIPM), en un suburbio de París. Pero esa definición, junto a la de otras tres unidades básicas del Sistema Internacional de Unidades (SI), se va a cambiar el próximo año para que no dependan (como ocurre hoy) de artefactos físicos, propiedades de materiales o experimentos teóricos irrealizables.
“La lógica es que, a partir de esta redefinición, todas las unidades de base del SI estén basadas en constantes fundamentales de la naturaleza”, el ingeniero Héctor Laiz, presidente del Sistema Internacional de Metrología y miembro del BIPM, el organismo que dispondrá los cambios en noviembre de 2018 para que puedan tener vigencia a partir de mayo de 2019. “Existe un amplio consenso para que ocurra”, añadió.
Los cambios no van a tener un impacto en la vida cotidiana, señaló Laiz, quien también es gerente de Metrología y Calidad y Ambiente del INTI. “Cuando uno compra el pan, medimos con una exactitud del 0,5% [el valor medido puede diferir un 0,5% del verdadero]. Y acá estamos hablando de seis órdenes más de magnitud”, precisó. Sin embargo, Laiz aseguró que la modificación puede tener enorme repercusión en la ciencia y en casos puntuales de muy alta tecnología donde se requiere realizar mediciones tan exactas.
Las unidades que van a experimentar esa transformación son el kilogramo (masa), el kelvin (temperatura), el ampere (corriente eléctrica) y el mol (cantidad de materia). En todos los casos, serán definidos a partir de la asignación de un valor a constantes de la naturaleza: la constante de Planck para el kilogramo; la carga de un electrón para el ampere; la constante de Boltzmann para el kelvin; y el número de Avogadro para el mol.
En el caso particular del kilogramo, su determinación podrá realizarse con la llamada “balanza de Watt” (o “balanza de Kibble”) que compara el peso causado por una masa con una fuerza electromagnética. “Conceptualmente, era más fácil explicar el kilogramo con el prototipo internacional [guardado en las afueras de París]”, reconoció Laiz. “Pero esto permitirá determinarlo en cualquier lugar”.
En efecto, una de las principales ventajas de esta inminente resolución del BIPM es que todos los países podrán determinar las unidades con los experimentos apropiados. “No me gusta hablar de una revolución, porque eso implica grandes cambios y perturbaciones para la población”, dijo el doctor Martin Milton, un físico inglés que dirige el BIMP desde enero de 2013 y que vino al país para participar de un seminario sobre metrología en el INTI. “Pero si piensas en las oportunidades que se abren, es una suerte de revolución para científicos y tecnólogos que serán capaces de usar nuevos métodos que permitan poner en marcha mejores mediciones en el futuro”.
Fuente: CyTA-Leloir