Según un estudio novedoso, las poblaciones de bacterias cambian en pocos días cuando se producen alteraciones profundas en la alimentación.
En el ensayo, los participantes se dividieron en dos grupos: uno ingirió productos de origen animal, como carne, huevos y queso, y otro siguió una dieta vegetariana. La respuesta de la microbiota intestinal resultó inmediata. La dieta carnívora redujo el número de microbios descomponedores de los carbohidratos vegetales y multiplicó las concentraciones de bacterias que toleran la bilis, sustancia que facilita la digestión de las grasas. «Lo que pensábamos que podía tardar días, semanas o años comienza a suceder en horas», afirma Eugene Chang, profesor de medicina de la Universidad de Chicago, que no intervino en el estudio.
Los cambios rápidos pudieron suponer una enorme ventaja para los humanos primitivos, destaca Lawrence David, profesor adjunto del Instituto Duke de Ciencias Genómicas y uno de los autores del estudio. La dieta del cazador-recolector era muy variada porque dependía de las fuentes de alimento a su alcance; la capacidad de adaptación del microbioma le habría asegurado la máxima absorción de nutrientes. David y sus colaboradores han publicado los resultados en Nature.
Sin embargo, los microorganismos favorecidos quizá no siempre aporten beneficios. Los participantes que siguieron la dieta de productos animales manifestaron un repunte notable de Bilophila wadsworthia, una bacteria que en los ratones provoca colitis (inflamación del colon). Pero David apunta que resulta demasiado pronto para defender cambios concretos en la alimentación. «Somos conscientes de que la población podría utilizar estos hallazgos para deducir cuál sería la dieta más saludable. Queremos dejar claro que es muy precipitado extraer tales conclusiones», advierte.
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Fuente: Investigación y Ciencia