Existen tres hepatitis virales –B, C y D– que se transmiten principalmente por vía sanguínea y dos, la A y la E, que se transmiten por vía digestiva, mayoritariamente a través de la comida o la bebida infectada con heces.
La mayoría de las muertes causadas por las hepatitis virales (96%) se deben al virus de la hepatitis B (VHB) y al virus de la hepatitis C (VHC), que suelen cronificarse y –a largo plazo– causar cirrosis hepática o cáncer de hígado. Algunos de los síntomas de las hepatitis son fatiga, ictericia y náuseas; sin embargo, en la mayoría de las personas la infección crónica es asintomática, lo que conlleva que los afectados no sepan que están infectados hasta que desarrollan complicaciones serias.
El grupo de investigadores examinó datos proporcionados por 183 países, obtenidos entre 1990 y 2013 y recopilados a través del estudio en curso Global Burden of Disease, en el cual analizaron el número de muertes causadas por los cuatro virus con mayor impacto –el virus de la hepatitis A (VHA), el VHB, el VHC y el virus de la hepatitis E (VHE)–. La hepatitis D solo puede infectar a las personas previamente infectadas por hepatitis B y su impacto no fue evaluado en el presente estudio.
Los resultados del análisis mostraron que las muertes provocadas por infección aguda, cirrosis o enfermedad hepática se habían incrementado en 63% desde 890.000 en 1990 a 1.450.000 en 2013.
La mayoría de muertes por hepatitis tuvieron lugar en el este de Asia, siendo las infecciones por VHB o VHC las causas principales del número global de muertes. Según uno de los investigadores del estudio, una posible explicación para este hecho es que tanto la hepatitis B como la C provocan infecciones a largo plazo con escasos síntomas a corto plazo, lo que causaría que la infección avanzara silenciosamente hasta desencadenar daños graves en el hígado o cáncer hepático.
Otro de los análisis de la investigación consistió en estudiar la relación entre el estatus económico del país y las tasas de infección por hepatitis virales. Los resultados mostraron que las tasas de mortalidad asociadas a las hepatitis virales fueron mayores en países de nivel socioeconómico medioalto que en aquellos con nivel mediobajo, pero durante el estudio se observó un aumento progresivo de la mortalidad asociada a las hepatitis virales en estos últimos, lo cual acortó las distancias entre ambos grupos de países.
Así, la tasa global de la enfermedad se está distribuyendo de manera cada vez más uniforme entre países de mayor y menor nivel socioeconómico.
El equipo de investigadores también realizó una estimación de los años de vida perdidos calculada a partir de restar a la esperanza de vida prevista para esa persona (en función de su edad) y la edad de muerte. Los resultados indican que los años de vida perdidos acumulados en 2013 eran superiores a 41 millones de personaaños. Además, durante el período evaluado, se acumularon 870.000 personaaños de personas que vivían con discapacidades asociadas a las hepatitis virales.
Según un estudio llevado a cabo en 2015 por el Institute for Health Metrics and Evaluation, en 2013 un total de 1,3 millones de personas de todo el mundo murieron a causa del sida, hasta 1,4 millones de personas fallecieron por tuberculosis y 855.000 por malaria. Según uno de los autores principales del estudio, los resultados son sorprendentes, ya que muestran que el número de muertes a causa de las hepatitis virales es actualmente de 1,45 millones (del orden de las causadas por la tuberculosis y superior al de las causadas por el VIH).
Mientras que las muertes causadas por otras infecciones como la tuberculosis o la malaria han disminuido desde 1990, las muertes por hepatitis han aumentado.
A pesar de que existen tratamientos eficaces y vacunas para la hepatitis, se destina poca cantidad de dinero en hacerlos llegar a las personas infectadas en comparación con tratamientos para la malaria, el VIH/sida y la tuberculosis haciendo que hoy exista un gran número de personas que no estén vacunadas contra la hepatitis B.
Debido a las limitaciones de efectivos asistenciales y de infraestructura con la que a menudo se encuentran los países con menores recursos, podría haber un sesgo en los datos proporcionados en relación a los certificados de defunción, donde no se certificaran correctamente todas las muertes (por ejemplo, por estar muchos casos de hepatitis virales sin diagnosticar).
Los resultados del presente estudio subrayan la necesidad de extender la vacuna contra las hepatitis A y B a los países con menos recursos y proporcionar tratamientos más asequibles y accesibles para el VHC y el VHB. En mayo, la asamblea mundial de la salud aprobó un plan de acción global para la hepatitis que está pendiente de implementarse.
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Fuente: REC