Los autores afirman que esas probabilidades aumentan 60% con respecto de la población general, mientras que el riesgo se triplica entre los profesionales que trabajan en contacto directo con la sangre.
La hepatitis C se transmite cuando la sangre de una persona infectada ingresa al cuerpo de otra persona que no es portadora del virus. Actualmente, la mayoría de las personas infectadas contraen el virus por compartir jeringas o elementos para inyectarse drogas o durante las relaciones sexuales. Y hasta que apareciera la prueba para detectarlo en la década de 1990, otra vía de transmisión eran las transfusiones de sangre.
“El contacto con la sangre, por ejemplo, después de un pinchazo con una aguja, está asociado con el riesgo de infección y sigue siendo una de las principales amenazas para la salud de los trabajadores de la salud”, dijo la autora principal, Claudia Westermann, del Centro Médico Universitario de Hamburg Eppendorf, Alemania.
“Es imposible evitar por completo el contacto con la sangre cuando se utilizan instrumentos ‘seguros’, ya que reducen el riesgo de lesiones con las agujas, pero no las previenen. Por lo tanto, las infecciones virales de transmisión sanguínea seguirán siendo una amenaza para la salud de los profesionales de la salud por algún tiempo”, dijo Westermann.
Su equipo revisó 44 estudios publicados. En Estados Unidos y Europa, donde la prevalencia de la hepatitis C es relativamente baja, los profesionales de la salud eran dos veces más propensos que el resto de la población a contraer el virus. Ese riesgo se duplicaba en África del Norte, Medio Oriente y Asia del Sur, aunque las tasas de infección de Japón no diferían con las del resto de la población. Y mientras que en los profesionales varones se triplicaba el riesgo de adquirir el virus de la hepatitis C, en las mujeres las posibilidades aumentaban 50%.
El personal médico era 2,2 veces más propenso a contraer la infección; las posibilidades crecían 3,5 veces entre los dentistas, comparado con apenas 70% en el personal de enfermería. En los profesionales en contacto habitual con la sangre, como los cirujanos, las parteras, los microbiólogos, los patólogos y los técnicos de los bancos de sangre y diálisis, el riesgo de infección aumentaba 2,7 veces.
Para el Dr. William Buchta, director médico de medicina ocupacional de la Clínica Mayo, Rochester, Minnesota, es poco probable que los trabajadores de la salud tengan relaciones sexuales sin protección o utilicen drogas inyectables con más frecuencia que la población general.
“El contacto accidental con la sangre y otras sustancias infectadas de los pacientes es común entre los profesionales de la salud y es un incidente altamente subnotificado, de modo que la exposición a pacientes infectados sería el motivo más creíble de esta diferencia con la población general”, dijo Buchta, que no participó del estudio.
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Fuente: REC